Constitución II: el nuevo régimen climático

Debemos a Wittfogel una reflexión sobre política y agua. Este poco conocido frankfurtiano entendió que la gestión del agua era el corazón de la actividad de los estados asiáticos.

El destello de su pensamiento pasó y sólo los historiadores de la Escuela de los Anales y el auge de la historia ambiental a partir de los 60, ha insistido en la idea de que manchas solares, oscilaciones del ENSO o los mismos ciclos de Milankovich son causa de nuestras mayores crisis políticas. Hemos empezado a mirar las oscilaciones del clima con otros ojos. Las grandes era de la tierra bola de nieve o de la tierra verde y los cortos tiempos del younger dries, el óptimo climático romano, la pequeña edad de hielo medieval o el dust bowl, nos han alertado de que lluvias, vientos, hielos o calores deben ser reconsiderados como agentes políticos primordiales.

Hablamos de nuevo régimen climático para designar el desafío político por considerar las transformaciones planetarias, que colisionan con las nociones de la modernidad que restringían/limitaban la agencia política sólo a los hombres (excluyendo mujeres, esclavos, pobres, indios, etc.). Los agentes planetarios han entrado al galope en el mundo político, poniendo en evidencia que debemos ampliar la agencia no sólo a la humanidad en pleno, sino que además a los no humanos, animales, vegetales, fungis, virus (Virus, como no!!) y agentes como el agua, el viento, la lluvia. 

El régimen climático de la modernidad nació de la crisis del régimen climático del Arca. El antiguo testamento introdujo  el clima en el gobierno de los hombres a través de la imagen vertical monoteísta de la alianza y el arca. Como un episodio arquetípico la inundación dió paso a un régimen contractual exclusivo entre humanos y Dios que garantizaba “sementera y siega”. Ciudades y monasterios eran pequeñas arcas que ejercían la alianza bíblica y aseguraban la sobrevida en medio de las oscilaciones climáticas.

El régimen climático moderno, nacido de la pobreza y miseria generada por la pequeña edad de hielo medieval, agravada por el mínimo de Maunder, es una ruptura forzada de esa alianza vertical por la vía de los hechos, por el agotamiento material y el fracaso en garantizar sementera y siega . La modernidad propone un pacto horizontal, sólo entre hombres. De ahí las constituyentes y las constituciones. Pero su trasfondo nunca dejó de ser climático, pues guerras y hambrunas seguían las oscilaciones del agua y la expansión hacia carbón y petróleo.

La modernidad trasladó la teología al nuevo ámbito de la economía y la producción. No sólo a través de la mano invisible o el desarrollo infinito, sino además trazando a la economía como el escenario en que el clima podía aparecer, aunque travestido de agente económico: ciclos de precios, ondas largas, tendencias seculares. La economía permitió una apariencia a la tierra y sus agentes, un pasaporte y figura de aparición en la escena política.

Las perturbaciones planetarias del Antropoceno llaman a un nuevo régimen climático. El estoicismo es un buen guía ético para un momento en que consumo, crecimiento y libertad moderna han topado con límites. Ciencias y artes nos pueden ayudar a dar voz a esos agentes terribles y silenciosos. De eso trata la instauración del nuevo régimen climático.

Nuestra convención constituyente pecó de soberbia e inocencia (si es que eso no es una misma y sola cosa), porque no contamos con ideas capaces de generar ese nuevo régimen climático.

Por ahora escuchamos una larga perorata de explicaciones. No solo el cine y el teatro chileno son excesivamente parlanchines. También la política exagera en la extensión de sus textos. Bien harían los convencionales en guardar silencio como Carlos Altamirano.

Intelectualmente no estamos preparados más que para restaurar la constitución del 25. Lamentablemente no tenemos el soporte intelectual para producir hoy una constitución para el nuevo régimen climático. Aunque es la tarea primordial, tomará más tiempo que el que los actores políticos modernos consideran en su quehacer.

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