La publicidad de la constitución ofrece la paz. Habría que recordar que el problema de las constituciones, el hecho mismo de necesitar una constitución, nace en Chile como efecto de las guerras napoleónicas. Rápidamente las constituciones asumen una impronta guerrera local: la de 1833 sin duda. Y la de 1925, guerra soterrada contra la cuestión social. Para qué revolver las heridas de la guerra que en 1980 daría origen a la actual.
La constitución en trámite nace también impregnada de formas guerreras: nacida para recuperar una protesta política, plebiscitada con toque de queda y desarrollada con restricciones a la movilidad y a las reuniones.
La constitución ofertada me parece ser la misma vieja constitución del 80 con toques de ecología, derechos individuales y una profusión declarativa de protecciones. El tono predominante sigue siendo el de una economía comandando todo. El antropoceno brutal de occidente.
Votaré apruebo sabiendo que la nueva constitución está atravesada por esta tensión insoslayable y enorme, que la guerra es parte de su ser y que no nos aliviará de problemas. Votaré apruebo porque hace años que desperté de la ilusión de que con un lápiz se puede derrotar a la guerra.