En su Historia de los Animales (HA), Aristóteles condensa su saber biológico con una actualidad sorprendente.
Su enfoque reconoce el imperceptible paso hacia lo viviente desde la fisicalidad de la tierra:
La naturaleza pasa tan poco a poco a poco de los seres inanimados a los dotados de vida que, a causa de esa continuidad entre ambos, los entes intermedios y a caballo entre unos y otros, no se sabe a cuál de las especies mencionadas pertenecen (HA p. 588b)
Las partes VIII y IX pueden considerarse el nacimiento de la ecología, solo que se trata de una que no sólo incluye como en el párrafo anterior la agencia de los seres no vivos, sino que además considera la inteligencia como una cualidad omnipresente en los vivos. Delfines, pulpos, abejas son tratados con un afecto que ya se quisiera Konrad Lorenz, Jean Piaget o Edward O. Wilson.
En sus descripciones llenas de sabiduría anatómica y biológica (con sus errores, el más hermoso claro está, la generación espontánea) despliega un amplio conocimiento de moluscos, con especial énfasis en las sepias. Esponjas, Halciones, pájaros carpinteros, cetáceos, focas, caballos y perros, todos muy presente.
Dado que a Latour le importa mucho la generación, sus tres capítulos organizados bajo este título: V, VI y VII tienen muchos detalles para una reflexión actual que distinga generación de producción.
Y justamente la cuestión más médica de este texto, tiene que ver con la generación: anatomía y fisiología de la generación (no usaré reproducción, pues es demasiado industrialista). Aristóteles conoce los tiempos del estro y de la preñez, las condiciones del parto, los loquios, el meconio. Y las molas.
Parafraseando a Whithehead, podríamos decir que toda la ecología es un comentario a pie de página de Aristóteles (e Hipocrátes?). Sobre todo porque parece ser que Aristóteles ha sido el primero en registrar la biología de la historia. Con esta sentencia, Hanna Landecker alude a la transformación radical de los seres vivos por la acción humana. En ese sentido, la obra de Darwin sería uno de esos primeros pies de página, con su énfasis en la selección artificial y los efectos de la domesticación.
Aristóteles reconoce los efectos de la crianza sobre los animales y del contacto con el humano. Señala incluso que en aquellos animales provisto de audición, la transmisión humana de la palabra tiene un efecto de aprendizaje y enseñanza.
Si los convencionales se han enredado debatiendo acaso los animales son sintientes, les bastaría leer a Aristóteles para saber que son muchísimo más que eso.
Los caracteres de los animales más desconocidos y de vida más corta nos resultan menos claros de captar, pero los de animales de vida más larga resultan más claros, Estos últimos, en efecto, se muestran provistos de determinadas facultades naturales concernientes a cada una de las afecciones del alma: a la astucia y a la estupidez, a la valentía y a la cobardía, y también a la mansedumbre y a la agresividad y a los demás estados de este tenor. Los hay que participan a la vez de la facultad de aprendizaje y de la enseñanza, unos por transmisión generacional y otros por transmisión humana, En este último caso se encuentran precisamente los que estan dotados del don de la audición: no sólo los que distinguen del oído las diferencias entre los diversos sonidos sino también los que en iguales condiciones distinguen las diferencias entre las diversas señales. (HA. 608a)