Lo que ocurre en el Chile actual es una ruptura de simetría, una bifurcación que escinde el pasado y el futuro en dos momentos diferentes.
Ha sido la información y no la mecánica ni la termodinámica las que lo han proyectado. Ni la fuerza de las masas ni la energía de las piedras ni el calor del fuego.
Pequeñas variaciones en el caos, imposibilidades aglutinadas, información improbable, han minado la regularidad del caos, sus uniformes y reglamentos, las palabras articuladas en una repetición abrumadora de frases hueras, dibujando metàforas planas, paràbolas lisas, triàngulos edípicos, imaginación equilátera.
No tiene sentido hablar de socialismo. La sola palabra contamina de humo y ruido, industrializa y economiza, coagula en especies, en clases, aquello que es heterogèneo, anfractuoso, múltiple.
Lo que ocurre en el Chile actual una vez más está ocurriendo en pequeños lugares que no importan, que no se ven, que no se saben.
Y esa ocurrencia así debe no sólo ser preservada, sino potenciada y amplificada.
La improbabilidad de que la burocracia llore, los ingenieros se enmaderen, los laboratorios florezcan, los niños acudan caminando a clases, las clases se hagan en parques, y las corbatas desaparezcan volando, toda esa improbabilidad ha colapsado, se aplana y se transforma en una función de probabilidad llegando a su màximo.
Lo que está ocurriendo en el Chile actual es la interrupción de 500 años de lo mismo. Es como si alguien nacido en el estrecho de Magallanes dijera 500 años después es hora de romper la simetría, que las naves se alejen y no lleguen de regreso a Europa, que no se lleven ninguno de los nuestros a los jardines de aclimatación.
Lo que está ocurriendo en el Chile actual no es comprensible desde Europa, desde Marx o Ricardo o Keynes.
Vamos detrás de los hechos es verdad. Corren más rápido que nuestras desvencijadas y occidentales palabras.