
La clave del tango: el abrazo. Renunciemos pues al tango y al abrazo de un golpe, renunciemos al bandoneón y al malevaje.
Busquemos en la distancia y la desconfianza una cadencia que nos toque de pronto, una sonrisa que nos desnude y nos ponga colibríes en los tobillos.
No hay, no existe. No se puede.