
Debo a Manuel la sensibilidad, la camaradería y la insistencia en bajar a explorar esta selva valdiviana ubicada en plena quebrada de San Agustín.
Luego a Olivia y Fabiana, pequeñas exploradoras estremecidas por las quilas, pajaritos y colliguayes tan a la mano, tan vivientes.
El viernes llegamos al agua tras 3 jornadas de avance metro a metro. En pleno siglo XXI, con un un planeta diezmado, la quebrada nos miraba como un principito caído en el desierto.
Estamos dentro de las ecologías y aunque la nación arde tensionada no mirando sus quilas, sus churretes, sus aguas, son las ecologías las que ordenan nuestros desafíos, nuestras alegrías y nuestras esperanzas.
