Cuando la respuesta se vuelva causa

Una ecología de este brote no puede pretender identificar un agente causal conductor de su dinámica. Debería buscar una trama de interacciones que se acoplan, obstruyen y en su juego común, producen el efecto pandemia.

Para muchos pensadores del antropoceno y con mayor intensidad aún, para los investigadores del capitaloceno, la pandemia es una confirmación y ejemplificación de la tesis de la perturbación máxima antropogénica sobre el sistema tierra. Es la visión por ej de Bob Wallace.

Sin embargo, el rol humano en la pandemia no puede ser cargado a la acción antropocénica o capitalocénica sobre los ciclos, la biodiversidad o el calentamiento global (efecto del trastorno humano del ciclo de carbono). La magnitud de la crisis pandemia no reside en que sea un agravamiento de la catástrofe del sistema tierra, sino más bien en el tipo de abordaje con que los humanos la hemos intentado controlar. Una respuesta alarmista y basada en el miedo, con severas restricciones al desplazamiento, a las posibilidades de reunión y al ejercicio de libertades y con un uso masivo de mascarillas, guantes, ropa desechable de plástico y todo tipo de desinfectantes. Una respuesta por supuesto claramente antropocénica, reductora de biodiversidad, generadora de residuos, tóxica, que se vuelve causa.

Respuestas que reflejan el grave y profundo agotamiento intelectual de occidente, que no puede abordar con serenidad un problema, sin trasgredir sus más queridas promesas: la libertad de los modernos, la democracia de los modernos, el saber de los modernos, la separación de los poderes de los modernos, la policía de los modernos.

La crisis podría ser más que causal, performativa. Por sobre todo, el miedo a la muerte, como el gran secreto de la modernidad, desplegado en forma masiva. Una respuesta que se apodera del curso de la pandemia,

Echo de menos que los estudios STS releven esta dimensión, la capacidad de mirar la crisis del COVID 19 no como la confirmación de que el planeta está perturbado gravemente, sino de que las categorías intelectuales de occidente y las instituciones en que esas categorías viven, digamos los ecosistemas organizacionales que animan el ecosistema de ideas modernas, no andan: gobiernos, estados, sistema de organizaciones internacionales, universidades, medios de comunicación.

Echo de menos los análisis STS porque han sido la fuente de modos de pensar nuevos desde los 70. Son los investigadores que han sabido tomar distancia y examinar con ojo inquieto («pupila insomne») nuestros modos de pensar colectivamente, investigar la vida colectiva.

Hoy ese modo de pensar se revela gravemente errado. Sus respuestas no pueden dejar de producir más dolor o más sufrimiento o más daño.

Las ideas como parte de los ecosistemas, las ideas como generadores de interacciones y productoras de efectos.

Así como la tormenta de citoquinas es mas bien la respuesta exagerada de un ecosistema organismo crónicamente inflamado, las crisis políticas y económicas de occidente, así como el sufrimiento masivo, son parte de una respuesta errada.

Se cerrará la pandemia y el sistema tierra quedará aún más dañado. La crisis económica, si bien ha reducido los consumos, es administrada por los gobiernos en la dirección de lo más económico. Eso sabemos sólo significa externalidades que no se consideran. Externalidades que hoy por hoy pagamos de un modo existencial quienes vivimos en zonas sucias, contaminadas, erosionadas, en desertificación, químicamente impregnadas, arrasadas por el cemento, el petróleo, el ruido.

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