El patrón local de este COP25 debería ser Luis Oyarzún. Una figura caminante y serena, de palabras hechas como de tierra y flor. Un defensor de la tierra en el sentido espiritual que él mismo asentara en dos cuestiones: la capacidad de contemplación y la identificación estética.
Oyarzún camina Chile, desde Llanquihue hasta Caleu, la cordillera Pelada y al Parque Forestal, Coyhaique y Zapallar, Icalma y Navidad, Juan Fernández y Trapiche. Lo camina con Humboldt y su Cosmos, con la Gabriela y Molina, con Mac Clure y Phillipi, con Rousseau y la Carlson, con Carlos Muñoz y Mario Toral. Lo camina como rastreando con sus dedos sobre el rostro de la Violeta los lugares marcados de la exiliada del sur.
Oyarzún como lo hacen hoy los teóricos del sistema tierra \citep{Lent16}, considera la tierra como delgada piel del planeta:
… la tierra que amamos, esta capa sensible de minerales y bacterias, hecha con el sudor humano y con hojas milenarias; este migajón germinativo donde crecen la hierba y los árboles con sus ramas, sus flores y sus frutos, este manto delgado que nutrió a nuestros abuelos, a sus crías y rebaños. Esta piel del planeta, que nos fue dada para administrarla con amor, está esterilizándose. La avidez, la ignorancia , la incuria, todos los males del alma empobrecen la tierra y la destruyen. La tierra está enferma de nuestros males.
En esta cita está un cristianismo franciscano y terrestre para amar la tierra como a nosotros mismos, su acercamiento científico, su pasión de ver, su mistraliana pasión poética y su inclinación vegetal.
Qué más local para dar a este COP25 que estas 5 dimensiones. Ellas se encuentran y amalgaman en su pequeño libro, que lo transforma a él en una especie de Kirk Douglas de los 60:
¿No tendrán también las plantas un Espartaco que luche por sus derechos?
Oyarzún desgrana las perturbaciones que estan en la química de los pesticidas, los incendios, la sequía (hoy megasequía), la proliferación de residuos, el crecimiento económico en ambos lados de ese mundo bipolar desde el que escribe. Pero por sobre todo, por el deterioro del espíritu, de la capacidad de ver, de palpar.
Si algo debiera dejar COP25 en esta tierra, sería una reanimación de nuestra alma, de nuestro
humus engendrador de sueños
Pero sobre todo, los pasos del caminante Oyarzún desperdigados entre los árboles amados y la geografía de sus palabras.