Un biólogo en un mandala

IMG_8611En un metro de bosque
Un año observando la naturaleza
Turner Noema
2014
Larga historia la de la historia natural. A veces reducida como una especie al borde de la extinción, sabe renacer en tiempos difíciles.
Plinio el viejo es mencionado como el inaugurador de la serie, pero bien mirado historia natural hay por doquier. En nuestra historia americana post conquista, los narradores de Indias como Joseph de Acosta  hicieron historia natural y usaron este nombre para sus textos. Destacan nuestros valiosos jesuitas, encabezados por Ignacio Molina, pero Alonso de Ovalle también tiene mérito suficiente para serlo. La historia natural parece cobrar nueva vida en medio de una época en que la dicotomía natural social ha colapsado. Sus destrezas ciertamente científicas, se amalgaman con la apreciación por el terreno (y el viaje), la valoración de los saberes locales, la erosión de las fronteras de la especialidad e incluso la artificial y dañina separación entre un mundo humanista respecto de otro científico. Una práctica científica además autoral y estetizante, en el mejor sentido de la palabra. Colegas como Francisco Fonck y Rudolph Phillip la practicaron con intenso amor.
Historia natural es la que hace el biólogo Henri George Haskell, en un bosque ubicado en el campus de su universidad. Observa un pequeño círculo del bosque durante un año. Lo llama su mandala. A partir de lo que ocurre allí, Haskell hace una biología intensa, profunda y llena de hipótesis.
Poco importa que su mandala esté al lado de un campo de golf y que incluso encuentre seguramente tras un golpe osado, una pelota plástica. Los insectos que pululan tienen también resistencia a los pesticidas, los árboles son parte de un renoval, los lobos han sido sobrepasados por los coyotes. La pureza no existe.
Con un intenso trasfondo zen, la proximidad de Haskell con lo que observa y narra hace de la botánica, la ecología, la etología y todas las variantes de saber biológico, incluyendo ciertamente rasgos geológicos, un disfrute. Su libro es un manual de historia natural para el siglo XXI, un hilandero tejiendo en la senda humboldtiana.
¿De qué serviría nuestro amor por el planeta y la vida si no logra encarnarse en obras hermosas y gozosas de ser disfrutadas?. Haskell logra reanimar nuestras fuerzas terráneas, con una prosa vivificante. Al leerlo sentimos la humedad del bosque, el frío, el viento, la luz. el movimiento de las salamandras, los mosquitos, las hojas, las semillas. Pero también comprendemos la complejidad mitocondrial, la regulación de las luciferazas, la contemporaneidad evolutiva de los líquenes. Haskell nos invita a mirar, a demorarnos en el mundo, a respirar el tiempo de lo viviente. Demorarse de un modo que vale la pena.

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