Hace más de un siglo -1884- Augusto Orrego Luco publicó en La Patria un clásico téxto sobre la cuestión social. Quizás habría sido más exacto que lo publicara en otro de sus periódicos predilectos: El Ferrocarril. La cuestión social sopla vapor, quema carbón, humea negro contra el cielo, verticaliza chimeneas, piques y estratificaciones.
Hoy habría que fundar un diario que se llame La Compostera, género y humus amalgamados, para ir poniendo en marcha el paso de la cuestión social a la cuestión terrestrial, el principal desafío político en el que estamos de cuerpo entero -aunque no lo veamos-.
Las ventanas intelectuales con barrotes de la izquierda y la derecha no nos sirven. Hay que salir a lo abierto, sumar las humanidades, con las animalidades, las vegetalidades, las ciencias de lo biológico y de la tierra, los saberes del suelo, los cultivos de las almas. Reunirnos, hablar, escribir, actuar.
La cuestión terrestrial necesita sociedades geofilarmónicas, mancomunales del agua, casas de la tierra, sindicatos de plantas, internacionales de las aves migratorias.
La coda de su texto podría también ser hoy nuestra:
Vale mas tomar en hora oportuna esas medidas que tener después que someterse al áspero imperio de la ley.