Una ecología de este brote no puede pretender identificar un agente causal conductor de su dinámica. Debería buscar una trama de interacciones que se acoplan, obstruyen y en su juego común, producen el efecto pandemia.
Para muchos pensadores del antropoceno y con mayor intensidad aún, para los investigadores del capitaloceno, la pandemia es una confirmación y ejemplificación de la tesis de la perturbación máxima antropogénica sobre el sistema tierra. Es la visión por ej de Bob Wallace.
Sin embargo, el rol humano en la pandemia no puede ser cargado a la acción antropocénica o capitalocénica sobre los ciclos, la biodiversidad o el calentamiento global (efecto del trastorno humano del ciclo de carbono). La magnitud de la crisis pandemia no reside en que sea un agravamiento de la catástrofe del sistema tierra, sino más bien en el tipo de abordaje con que los humanos la hemos intentado controlar. Una respuesta alarmista y basada en el miedo, con severas restricciones al desplazamiento, a las posibilidades de reunión y al ejercicio de libertades y con un uso masivo de mascarillas, guantes, ropa desechable de plástico y todo tipo de desinfectantes. Una respuesta por supuesto claramente antropocénica, reductora de biodiversidad, generadora de residuos, tóxica, que se vuelve causa.
Respuestas que reflejan el grave y profundo agotamiento intelectual de occidente, que no puede abordar con serenidad un problema, sin trasgredir sus más queridas promesas: la libertad de los modernos, la democracia de los modernos, el saber de los modernos, la separación de los poderes de los modernos, la policía de los modernos.
La crisis podría ser más que causal, performativa. Por sobre todo, el miedo a la muerte, como el gran secreto de la modernidad, desplegado en forma masiva. Una respuesta que se apodera del curso de la pandemia,
Echo de menos que los estudios STS releven esta dimensión, la capacidad de mirar la crisis del COVID 19 no como la confirmación de que el planeta está perturbado gravemente, sino de que las categorías intelectuales de occidente y las instituciones en que esas categorías viven, digamos los ecosistemas organizacionales que animan el ecosistema de ideas modernas, no andan: gobiernos, estados, sistema de organizaciones internacionales, universidades, medios de comunicación.
Echo de menos los análisis STS porque han sido la fuente de modos de pensar nuevos desde los 70. Son los investigadores que han sabido tomar distancia y examinar con ojo inquieto («pupila insomne») nuestros modos de pensar colectivamente, investigar la vida colectiva.
Hoy ese modo de pensar se revela gravemente errado. Sus respuestas no pueden dejar de producir más dolor o más sufrimiento o más daño.
Las ideas como parte de los ecosistemas, las ideas como generadores de interacciones y productoras de efectos.
Así como la tormenta de citoquinas es mas bien la respuesta exagerada de un ecosistema organismo crónicamente inflamado, las crisis políticas y económicas de occidente, así como el sufrimiento masivo, son parte de una respuesta errada.
Se cerrará la pandemia y el sistema tierra quedará aún más dañado. La crisis económica, si bien ha reducido los consumos, es administrada por los gobiernos en la dirección de lo más económico. Eso sabemos sólo significa externalidades que no se consideran. Externalidades que hoy por hoy pagamos de un modo existencial quienes vivimos en zonas sucias, contaminadas, erosionadas, en desertificación, químicamente impregnadas, arrasadas por el cemento, el petróleo, el ruido.
A mediados del año pasado cerré un texto de 25 historias breves alrededor del carbón para el debate COP25. Los editores me dijeron que no iba en su línea editorial y la realidad se llevó la COP25 a España.
Camus vivió con su tuberculosis a cuesta. Fue un hombre pre y post tratamiento antibiótico, lo que hizo de él un paciente quirúrgico primero y médico después. En La Peste, cuidadosamente Camus distingue la tuberculosis de la mujer de Rieux, que se aleja de Orán muy al inicio en tren, del brote epidémico.
Ambos procesos generan -como hemos vivido en estos días- dinámicas muy distintas. Los pacientes de tuberculosis son recluidos, intervenidos, tratados. La dinámica de la peste, enfermedad del mismo modo trasmisible, es sin embargo el campo de una intervención política mayor, sobre los colectivos reducidos a población, es decir intervenidos como si fueran tan sólo una aglomeración de individuos compactos y monádicos, manejados a través de parámetros como presión , temperatura y volumen.
Si bien el aleteo de una mariposa en el Amazonas puede desencadenar un monzón en la India, no parece igualmente plausible que el aleteo de un humano pueda controlar un brote epidémico. Si bien todo tiene que ver con todo, los procesos epidémicos parecen tener una conducta resonante, un patrón acoplatorio que crece y luego decrece, que muestra una cierta independencia, un curso propio, como una tormenta solar, una erupción volcánica, la explosión de una nova.
Ese espacio que deja la indigencia humana al desnudo, es copado por la inutilidad de las máquinas institucionales. Evacuar Chaitén por ejemplo, no puso ni quitó nada al curso del volcán.
Entre la tuberculosis que camina a paso ligero — de paloma– y la yersinia que se desparrama como una oleada, Camus reconoce una diferencia. Frente al volcán, a la peste, despliega todo su aparato existencial, la reafirmación de valores solidarios en el sin sentido.
El brote COVID ha separado a los salubristas entre apocalípticos e integrados (tuberintegrados vs buboapocalípticos). La enseñanza de Camus va por un deber ser reflexivo frente al colectivo que nos lleva en otra dirección.
Una última cuestión. Foucault decía que Marx respiraba en el aire intelectual del siglo XIX como un pez en el agua. Fuera de ella se asfixiaba. Marx es hijo del carbón, del vapor, del telar movido por la energía fósil, de la economía política y de las ciencias del siglo XIX.
Me pregunto cuál es el agua en que respira Focault y fuera de la cual podría asfixiarse. Es cierto que he reconocido su carácter de anfibio, con un pedazo del cuerpo en el siglo XX y otro en el XXI. Pero también creo que el pensamiento de Foucault tiene la marca de algo que hasta ahora no se distinguir.
No es ocioso preguntárselo porque aunque ya salimos del brote agudo y las fuerzas eruptivas hace más de un mes ya están en regresión, seguimos pensando en términos carbónicos o a lo más, aéreos. Y no somos capaces de distinguir la silueta de lo que ocurre, sino como tuberintegrados o buboapocalípticos.
Si tuviera que decir cuál es el agua en que vive el pez Foucault diría que es el tape. Las grabaciones en cassette de sus cursos del College de Francia, las imágenes en video tape de sus entrevistas, los registros de conversaciones periodísticas y su figura circulando viviente y oral, en la reproducibilidad electrónica de las memorias binarias electromagnéticas. El plástico bañado en tinturas ferromagnéticas, el plástico de sus pullovers de cuello alto, de los autos y aviones en que se desplazaba ágil como un Rimbaud del siglo XX, la caparazón plática de los teléfonos y marcos de sus lentes, las cintas para pegotear textos con textos, fotocopiar libros imposibles, el plástico de la desechabilidad de la medicina VIH, de los kit y sachet. La cinta que enrollada y desenrollada se vuelve ovillo imposible, rizoma no trazable, que desbarata cualquier taxonomía sencilla. Carbón es a Marx como tape a Foucault.
En medio de la peste , Katta me envía fotos de los peaks de SO2 en Ventanas, de la bahía sucia por hidrocarburos. En medio de la peste leo a Céline, a London, a Ruesch, para terminar leyendo 2666.
En medio de la peste examino los números a diario, a cada hora, a cada cuarto de hora, veo las cifras subiendo, las presiones de oxígenos, las positive espiratory end pressure de algún colega o colega, dibujo las cifras ascendentes de muertos, de casos, las tasas a la espera de las meseta, calculo el tamaño de muestra para una proporción de 5% en mi comuna:
no existe la cifra correcta, sólo los nazis creían en la cifra correcta y los profesores de matemática elemental. Sólo los sectarios, los locos de las pirámides, los recaudadores de impuestos (Dios acabe con ellos) , los numerólogos que leían el destino por cuatro perras creían en la cifra correcta. Los científicos, por el contrario, sabían que toda cifra es sólo aproximativa. Los grandes fisicos, los grandes matemáticos, los grandes químicos y los editores sabían que uno siempre transita por la oscuridad [p. 1031]
¿Quién tiene el manual de instrucciones del virus en terreno? ¿Quién sabe si se ha ensamblado en los mercados húmedos o en los laboratorios de vacunas? Descreer a Montagnier sería confiar en que el SIDA no existe. ¿Cómo conocer al genio de la enfermedad? Por ahora me parece introvertido, minúsculo, sutil, galán. Vive del hacinamiento y del miedo, le encanta el turismo exótico, la biología molecular es su pasión, las unidades de cuidados intesivos, las grandes ciudades. Aunque el principio parecía elitista, ahora se ve que no mira ingresos ni estratos. Le gustan las manos, su pasión son las manos que escarban narices. Parece un buen alumno de la Dra Kirschbaum. No las lenguas, ni los besos como a Epstein-Barr, ni las pasiones extremas como al VIH.
Pero le interesa la política y la economía. Nunca supe de un virus más preocupado por ir a las bolsas, a los mercados, a los ministerios, a los parlamentos. En su afán de estar presente allí, en esos lugares de grandes decisiones, ha perturbado todo, ha empequeñecido todo, ha desarmado todo.
Y sin el embargo el sol, el único ser realmente coronado, no ha sido perturbado. No diré que el sólo sigue su camino, sino que su serenidad sigue acariciando a la tierra con parsimonia, con sabiduría, pasando sus rayos por nuestras partes íntimas con suavidad, dejándonos descansar en su tibieza.
Bastaría una tempestad del viento solar para definitivamente colapsarlo todo, algo que nos recuerde que vivimos en la atmósfera no de la tierra sino del sol. La peste es una pequeña alusión casi poética a esa verdad fuerte, en la que vivimos, aunque no parecemos vivir.
Veo los brotes de las plantas como si el we tripantu se hubiera adelantado un mes. Es posible. El otoño, la noche del año, nos lo pasamos insomnes.
Por eso we tripantu apura su paso con luz intensa y ese color matutino de rosáceos dedos que evocaba el poeta. Se arreciman las hojas para emprender una nueva marcha.
Es cierto que las ideas siguen siendo las mismas peroratas de occidente. Que las Universidades siguen silenciosas bajo la nube gris en que el pensamiento se desprecia.
Pero la vida palpita en este nacimiento de mayo. Las montañas me miran y acumulan hojas de robles y digueñes en sus ramas casi secas. Las alstroemerias hinchan sus bulbos para empezar a brotar.
Porqué no las ideas tal vez hagan lo mismo, si al fin y al cabo los cerebros son sólo una tierra más, una piedra extraña, pero piedra al fin. Y las ideas que circulan al viento pueden arborizar aún en las más pétreas sinapsis.
En el alejado pueblo de Putre, a 3.500 metros sobre el nivel del mar, cada año, el primer o segundo sábado de noviembre, se celebra la festividad del Pachallampe y la comunidad se reúne en un trabajo colectivo para la siembra de la papa. La celebración comienza en la víspera, con la elaboración de los pillos coronas de flores que adornarán los sombreros de cantores y danzantes y, como es costumbre aymara, se realiza una ceremonia sahumando, pigchando la hoja de coca y challando con vino.
Durante toda la festividad, junto al acordeón y dos guitarras se cantan versos que se repiten una y otra vez con una melodía de igual ritmo, que refieren a un amor poco correspondido “amorosa palomitai, amorosa palomitai, dónde estás que no apareces? donde estás que no apareces?… por qué no has venido a verme? por qué no has venido a verme?,como lo has hecho otras veces,como lo has hecho otras veces… si quiera por un ratito, si quiera por un ratito, roba mi corazoncito, roba mi corazoncito… flor de papa flor de papa, flor de papa flor de papa, esta noche no te escapas, esta noche no te escapas, flor de tumbo flor de tumbo, flor de tumbo flor de tumbo, esta noche yo te tumbo, esta noche yo te tumbo…”
El sábado al mediodía, pasantes y mayordomos reciben a la comunidad con un almuerzo y luego se van bailando por el pueblo hasta llegar al camino hacia el campo donde se sembrarán las papas. En el terreno, nuevamente la ceremonia para que sea en buena hora, que sea una buena siembra. Las semillas provienen de pasantes de los años anteriores y del mayordomo mayor, cargo asociado a la iglesia católica. El sincretismo está siempre presente en las fiestas aymara y nos acompaña San Isidro Labrador que es el santo invitado del Pachallampe.
Siempre al ritmo de la música comienza la siembre, el hombre con la chonta abre la tierra y la mujer coloca la papa que saca de un aguayo amarrado a su cintura, que contiene las semillas.
Este sábado, dos jóvenes familias putreñas asumieron la tradición del Pachallampe, resistiendo al exterminio de su cultura atacada por la vida moderna, la migración a las ciudades, la discriminación, la desigualdad.
Parece un sueño mágico y poderoso, en medio de la pesadilla que hoy se vive en Chile con la brutalidad policial en las calles disparando contra el pueblo, bajo las órdenes de un gobernante terco y asesino. Sin embargo no es un sueño, es real y puede ser la luz del camino que hemos olvidado, el supuesto desarrollo que nos vendieron no existe, debemos volver al origen, a la tierra, aprender de nuevo a sembrar la papa.
Uno de
los mayores placeres de la vida es poder destruir los propios prejuicios y la
propia estupidez.
Me pasó con el Museo del Mar y le estoy totalmente agradecido. En una esquina de Arica, una casa de esas peruanas con un nombre que desató mis cegueras. Imaginé un lugar de todo y de nada, un sitio provinciano, pedagógico.
Entré y me encontré en la mayor colección de conchas de moluscos del cono sur. A su lado, la de Neruda en las bodegas de la U de Chile son una minúscula pasión de aficionado.
El
museo del profesor Nicolás Hrepic –fallecido ayer- es uno de esos pequeños
lugares capaces de conmoverte hasta las lágrimas. Una vida dedicada a un placer
lúdico, a una obsesión científica, a una voz espectral, contra el viento y
marea.
Nunca ningún presidente de la república visitó el museo. El frío de los gobiernos que decía la Violeta. Ninguna Universidad lo sostuvo, como no fuera para intentar apropiarse de las conchas.
Y ni siquiera para estudiar el valor de esas construcciones animales, para mostrarnos que cualquier ser viviente produce artefactos y objetos, y que transforma el planeta, pero sin la desmedida pasión excluyente que occidente ha masificado. Y que nos tiene como nos tiene.
En esas conchas está el cambio climático y la acidificación creciente de los mares por el CO2 de nuestra locura térmica, el impacto del antropoceno sobre la biodiversidad, la delicada traza en la superficie topológica, la mágica espiral de Fibonacci.
Está también el alma del profesor Hrepic, que nos dice que sigamos nuestras obsesiones de historia natural, que las cultivemos con amor y humildad, aunque no sean de nuestra profesión de base, que en el mar hay un secreto a voces, que la esperanza también se espira alrededor de una columela y que esos bichitos que segregan su alma con hidroapatita de calcio son como dice el cartel que leí esta mañana, nuestros hermanes.
Los recientes acontecimientos deberían servir para reinterpretar la unidad popular y la dictadura. Respecto de esta última, nuevas violaciones de los DDHH en ejecución señalan que es momento que los veteranos demos un paso al lado y centremos nuestro accionar en el trauma actual.
Respecto de la primera, habría que dejar de pensar que el pasado ilumina el presente y que Allende prefigura lo actual, para dejar que el presente ilustre el pasado, para que lo contemporáneo permita que ese pasado se actualice.
Ideas
1 El fracaso de la UP es el fracaso de la democracia republicana en el antropoceno chileno. El gran salto adelante de consumo no pudo realizarse sin sacudir la democracia. La velocidad a la cual prometía hacerse no era compatible con la realidad local. El ritmo de la CAP, CORFO, reforma agraria, no era capaz de dar respuesta a una participación política masiva y a un consumo también masivo. La crisis actual ha evidenciado lo que ese momento no era visible: la radical incompatibilidad entre salto adelante y democracia en Chile.
2 El gran salto adelante se completó a partir de 1973 apostando a la economía como forma de gobierno, con indiferencia de la sustancialidad de la política o de la necesidad de una cosmopolítica, una política del mundo. Por eso la democracia a partir de 1990 fue secundaria. Lo relevante era la economía.
3 La economía no es un ser-ahí-en-el–mundo. Como un gran yo, la economía sólo es capaz de tratar aquello que posee, y el mundo es sólo el lugar de origen de los recursos. El gran salto adelante depredador del siglo XX fue exacerbado a partir de los 90 y hoy estamos en un país ambientalmente muy parecido a Haití: sin bosques, sin agua. Quizás los migrantes han buscado un paisaje familiar.
4 Hoy estamos en un nuevo tipo de régimen, inédito, que podríamos llamar post fascista, cuya marca es que conservando las formas políticas clásicas de división de poderes, libertad de reunión, de prensa y pluripartidismo, gobierna mediante la intimidación física de los disidentes, la violencia física y la muerte. Esta anomalía se expresa en la imposibilidad material para que INDH cumpla su rol o que en las urgencias de hospitales se verifique protocolo de Estambul. La posibilidad y actualidad masiva de violaciones a los DDHH no ha sido considerado en la configuración de las urgencias, del PRAIS y del INDH.
5 El tránsito a este nuevo régimen pudo hacerse casi en forma continua, en milésimas de segundos, dado que la forma democrática desde los 90 en adelante era nada más que eso, una forma.
6 La democracia en el antropoceno chileno requiere que la economía se subordine a las formas políticas, pero eso significa una democracia funcionando a plenitud, en tiempo real y con sensibilidades activas. Una democracia que produzca un gobierno mundano, lejano al automatismo de lo económico: una democracia que considere al mundo como ser vivo y no como una máquina térmica o cibernético-digital.
En esa democracia del antropoceno el mundo ha de estar presente las aguas, el suelo, el aire, los seres vivos. El salto adelante ha de ser repensado. La colonización de nuestras ideas, el imperialismo ecológico de las mentes, también.
La crisis actual ha exacerbado una comprensión del mundo cargada a lo social, como respuesta casi simétrica a la unilateral predominancia de lo económico que hasta ahora ha dominado. Pero ese movimiento debería moverse en dos direcciones distintas. Por un lado, enfatizar que lo esencial es la cuestión política, asamblea constituyente, violaciones a los DDHH, régimen de partidos; y por otro, la consideración de las cuestiones ambientales, las zonas críticas, el agua, los suelos, el aire. Una forma de unificar ambas cuestiones es señalar que se trata de una asamblea eco-instituyente, una discusión política que considere a los elementos primordiales y a la biodiversidad a la par que las personas.
En medio de una crisis política inédita en que millones quieren participar en lo contingente, unificados por mínimos de urgente actualidad, volver a insistir en las cuestiones de las zonas críticas parece algo desubicado.
Pero así como el mismo Exupéry debió excusarse de dedicar su libro a un judío con frío y hambre en la Francia ocupada, diré que fin al estado de emergencia, fin a las violaciones de los derechos humanos no pueden dejar de lado que la asamblea también debe ser E-Constituyente, incorporando el agua, el aire, el suelo, los territorios, los vivientes y la tierra.
Pues esta crisis también tiene que ver con dióxido de azufre en cifras intolerables, descartadas como malos olores o como problemas psicológicos o como mantención de los equipos de monitoreo. Con ciudades sin agua por más de una semana, pese a estar al lado del lago más grande de Chile. Con glaciares pisoteados por la minería. Con bordes marinos llenos de balsas jaulas y alerces extinguidos.
Un nuevo clima político que surge de las perturbaciones dramáticas del Antropoceno. Si hay temperaturas extremas, lluvias y sequías, derretimiento de hielos milenarios, ¿porqué las frágiles instituciones políticas habrían de permanecer incólumes?
América se descoloniza intelectualmente a 500 años de su pisoteo. Las banderas originarias son las únicas que legítimamente están en la calle.
El crecimiento económico abandona el altar y el monótono discurso de los recursos, las ganancias y el individuo revela su vacuidad.
El canelo habla con su aroma y picor. La Hanna Arendt fuma en mi espalda mientras escribo. La acción, la aparición en el espacio público, la palabra y el cuerpo han vuelto a renacer y con ello, renace la política y se pone en tela de juicio el administrativismo burocrático de lo viviente.
Entonces pido disculpas por hablar de algo un poco menos urgente. La ecología de la historia.
Ecología de la historia: 5 encuentros posibles
Las conversaciones acerca del clima ya no son banales. La tierra ha vuelto a estar en el centro del universo. Una revolución anticopernicana ha triunfado. O peor dicho, una restauración pregalileana ha terminado por imponerse. La tierra que se nos había alejado para tornarse el tercer planeta del sistema solar ha regresado como el único humus posible.
Un acontecimiento histórico que debería conmover la forma de pensar la historia. Dipesh Chakrabarty ha escrito cuatro tesis sobre el clima de la historia
Thesis 1: Anthropogenic Explanations of Climate Change Spell the Collapse of the Age-old Humanist Distinction between Natural History and Human History
Thesis 2: The Idea of the Anthropocene, the New Geological Epoch When Humans Exist as a Geological Force, Severely Qualifies Humanist Histories of Modernity/Globalization
Thesis 3: The Geological Hypothesis Regarding the Anthropocene Requires Us to Put Global Histories of Capital in Conversation with the Species History of Humans
Thesis 4: The Cross-Hatching of Species History and the History of Capital Is a Process of Probing the Limits of Historical Understanding
Por nuestra parte proponemos considerar a partir de este regreso de la tierra, 5 posibles caminos de convergencia entre ecología e historia. A saber:
Ecología de la historia
Tomo este título del artículo de Hanna Landecker que llama a comprender la biología de la historia. En una intensa reflexión sobre la evolución de las bacterias a partir de la producción industrial de antibióticos, propone una inversión del sentido tradicional de nuestra reflexión. En su análisis, no se trata de hacer la historia de la biología, sino estudiar cómo la biología de las bacterias a partir de la industrialización antibiótica farmaceútica y de la crianza de animales para consumo, pasa a estar sometida la historicidad de los fenómenos humanos . Podríamos seguir su camino reflexivo y decir no es la historia de la ecología, sino cómo ese biologiza la historia o se ecologiza la historia
En un sentido más ambiguo propongo considerar que la historia no es más que la historia de las ecologías. Que una de ellas, la manera ecológica moderna, es una de las tantas ecologías posible, quiźas la más desafortunada. Extiendo lo que E Thompson llamaba economías morales, y quiero hablar de ecologías morales. Precisamente una de ellas, la comprensión ecológica del presente que pone afuera a los no humanos o los empaqueta como recursos (es una ontología desde el punto de vista filosófico) ha dominado la historia contemporánea.
Me parece que el el texto de J McNeill Something new under the sun, es una marca notable en un giro ecológico del modo de entender la historia. Aunque el subtítulo An environmental history of the twentieth-century world acota su objeto, obviamente su relato utiliza ires y venires a lo largo de historias más extendidas. Un relato literario de John Evelyn de 1661 denuncia el deterioro de la calidad del aire en Londres. Dada su precocidad y profundidad, me pregunto porqué las ciencias de lo numérico no han reconocido que el pensamiento literario también puede emprender el vuelo anticipadamente y aprender de ellas.
McNeill ordena los problemas en 4 esferas: suelo y tierra, hidrosfera, atmosfera y biosfera. Ya en 1801 Lamarck había hablado de una física de la tierra compuesta por hidrogeología, metereología y biologia.
Pero también hay en el texto historia humana pasional y dramática. Los anti héroes del ambiente en su historia se llaman Fritz Haber y Thomas Midgely. El primero bien conocido por los chilenos, inventor de la fijación de nitrógeno atmosférico que arrasara con nuestras salitreras, premiado con el nobel de química en 1918, fue también el creador del gas dicloro usado en la primera guerra mundial. Hoy en que la alteración del ciclo de fósforo y nitrógeno es uno de nuestros grandes problemas ambientales, es dudoso si lo premiaríamos con el nobel. El segundo, inventor del freón y la secuencia de flurorocarbonos, gases clásicos del efecto invernadero que hoy nos agobia, limitados globalmente a partir del protocolo de Montreal. Las vidas emocionales y familiares de ambos estremecidas por sus invenciones.
En este movimiento ubicaría lo que hoy se hace como historia ambiental. Pondría a Alfred Crosby como uno de sus principales impulsores, el investigador que acuñó la expresión imperialismo ecológico para explicar el éxito de occidente por su capacidad de exportar ecosistemas. La historia ambiental de américa es un ejemplo de desarrollo de este campo. Por ejemplo de la historia y efectos de la introducción de ovejas en México (Elinor Melville) y la debacle poblacional del siglo XVI que llevó a la extinción de pueblos indígenas en el caribe y despobló masivamente América. Anotaría aquí como a su más brillante continuador a Shawn William Miller, que hace una historia ambiental de américa, informada, leíble de un tirón, reflexiva y ecológicamente comprometida.
La introducción de la caña de azúcar, la historia de la introducción del automóvil o del propio movimiento ambientalista en américa, son también campos de trabajo plenamente activos.
En nuestro país, El libro la Sobrevivencia de Chile tiene dos capìtulos de historia ambiental precisos, exactos, vigentes: El paraíso que fue y Por mal camino. En 31 páginas Raúl Elizalde construye una historia ambiental de Chile. Su libro entero es una obra extraordinaria, con intuiciones geniales, con un saber contemporáneo actualizado, con notas populares y humorísticas a pie de página, expresa lo grande que fue el pensamiento de Chile en los 60. Si alguien quiere pensar en la recepción de la Carlson en Chile en los 60 (porque ya basta de la recepción de Marx o Foucault) tiene aquí un gran trabajo por hacer. este suicida cuya tragedia íntima apenas pergeñamos (no hay una entrada en wikipedia para Raúl Elizalde!!!) puso las piedras fundamentales del pensamiento eco-político y eco-histórico.
Su senda ha sido sostenida por el ingeniero forestal Luis Otero en La huella del fuego y el historiador Mauricio Folchi en su análisis de la explotación del cobre y la destrucción de los bosques.
Ecologización de la historia natural
La historia natural, esa corriente intelectual que en América ya despega de las manos de los curas en el siglo XVI, toma a fines del siglo XVIII y durante el siglo XIX, una forma bien delimitada.
Humboldt que hoy retorna como una estrella intelectual –agotadas las entradas para la charla de Verónica Wulf en Puerto Ideas– engendra un ciclo brillante en nuestro país: Phillipi, Fonck, Juliet y los hidrógrafos: Vidal Gormaz, almirante Simpson.
La historia natural nunca fue desterrada del mundo de los ecólogos, para quienes el campo y el terreno animaron siempre su práctica.
Creo que la expresión antropoceno nos invita a una recuperación de la historia natural. Sólo que en un sentido también más concordante con los estudios de Ciencia y Tecnología, habría que sustituir la palabra natural por ecologías.
Eso significa que nosotros historiadores de la medicina tenemos también un mundo por ganar. Los saberes naturales que han vivido 500 años ajenos a la literatura y a la historia, hoy pueden volver a anudarse en una misma historia.
La historia de la medicina y la historia natural de la enfermedad, pueden alimentarse mutuamente. La historia natural de la enfermedad es profundamente histórica no decían ya los historiadores de la medicina como Steven Peitzman en 1989, mostrando el cambiante perfil de la insuficiencia renal crónica desde enfermedad de Brigth a enfermedad renal terminal. Lo mismo mostró Mirko Grmek con el SIDA y cualquier clínico lo ha vivido a lo largo de un par de décadas de ejercicio.
Mundanización de la filosofía como historia de la filosofía
La aparición de Esferas, la trilogía del filósofo alemán Peter Sloterdijk, inaugura la aparición de una nueva filosofía, la esferología. La filosofía ha sido cuestionada porque siempre es historia de la filosofía. Sin embargo habría que decir que hoy más que nunca necesitamos historias de las ideas de mundo, incluyendo la historia de los pensamientos acerca del mundo que no se han considerado centrales en la historia de la filosofía.
Uno de esos, la historia del pensamiento del mundo como esfera y como esferas. En Vernadsky por ejemplo, en Von Ueuxkull. Este ejercicio es indispensable para una comprensión del presente. Pero también las historias del pensamiento de mundo no occidental, las metafisicas caníbales, como las señala Viveiros de Castro. El perspectivismo indígena como una cuestión filosófica del mismo tenor intelectual que el pensamiento de Leibniz o Nietzsche.
En el mismo sentido Philipe Descola ordena las comprensiones de mundo, poniendo la filosofía occidental como una de las formas de mundanizar el pensamiento. Una más, pero no la única.
Historia de la gaia-logía
La súbita aparición de Gaia en el horizonte intelectual de occidente requiere una microhistoria que la explore con toda parsimonia. La relocalización de la reflexión sobre el mundo en abstracto hacia su concreción en la tierra, la historia del sistema tierra, del entrelazamiento de los ciclos de lo viviente, y la posibilidad para la historia de sumarse a las ciencias que estudian Gaia, es también una invitación a una historia que pueda entrelazar las humanidades con las ciencias.
Historia de las cosas
Finalmente el quinto territorio en el cual es posible un reencuentro es en la historia de las cosas. Nuestro Benjamín Vicuña Mackenna anticipó en más de un siglo a la Escuela de los Anales, a Emanuelle Le Roy Ladurie, y publicó una increíble Historia del clima en Chile. Sorprendente texto, inquieto por una sequía que ni siquiera sabemos si es parte de la megasequía actual. Vicuña mackenna también escribió una historia del cobre (libro le llamaba) y dejó esbozado la relevancia de hacer una historia del carbón.
Tenemos una maravillosa historia del agua, titulada Biografía del agua, escrita por Phillippe Ball.
Hacer la historia de un objeto obliga a mirarlo como algo que deviene, en movimiento, indeterminado. Vuelve a los objetos seres nubosos, sus bordes aparecen plagados de otros objetos que los sostienen, los hacen reales, los transforman.
Si en el siglo XX hacer la historia de algo era hacer una historia crítica, mostrarlo como algo social, hacer la historia de un objeto hoy es revelar su precariedad, suexistencia vaporosa, inmanente, de ligera suspensión atmosférica.
La contaminación del aire a partir del carbón piedra, contiene ya en su propio movimiento este desplazamiento, esta solidez disuelta en el aire. Los objetos atrapan nuestras energías intelectuales y políticas. Su historia se vuelve crucial. No es posible pensar ningún objeto sin historizarlo y volverlo también un sujeto. Hoy, mientras nos ocupamos del CO2, recordamos que Primo Lévi termina su libro sobre la Tabla Periódica de los Elementos, con la historia de un átomo de carbono, un átomo individuo que se mueve a través de una planta, por una nube, en un animal, en un fuego.
La historia de los objetos médicos, terapéuticos, que a muchos parece anecdótica o de anticuario, nos ofrece una perspectiva de convergencia.
Así como se ha hecho la historia del fuego, podríamos sugerir algunos de los objetos posibles:
Historia del eucaliptus en Chile
Historia del plástico y lo desechable en la medicina occidental
¿Fue nuestra conquista una puerta de emergencia para Europa en crisis ecológica? ¿O como cuenta la historia, fuimos el hallazgo casual y menor en una búsqueda lujosa?¿un interceptor inesperado, unos seres, un continente entrometido en una navegación por especies, oro u otras mercancías? ¿O los objetos eran sólo una bandera ondeando en un rumbo de expansión territorial para salvar a los imperios? ¿una poussée de esa maladie propia de occidente marcada por la falta de espacio y una insaciable ambición de terrenos por roturar?
Desde el punto de vista migratorio humano, la intervención colonial fue pequeña. Pero como operación de exterminio y sustitución de ecosistemas, abrumadora. La primera fase consistió en despejar el terreno. Eliminarnos como nativos, humanos o no humanos. La administración de suelo europea había practicado una ecología rapaz, diezmando sus territorios, bosques, suelos. La solución al agotamiento metropolitano parece haber sido la expansión territorial.
La segunda operación histórica fue energética: revoluciones industriales, revoluciones políticas, revoluciones independentistas. Liberación de potencias contenidas, generación de movimientos cíclicos y amplificadas, definición de ejes. Energía en vez de espacio metropolitano. Pero en ultramar territorio y energía a la vez.
Una salida energética para la repetición de crisis agrícolas, mejorar las productividad de las tierras en problemas, en medio de una edad del hielo medieval. La teorización proponiendo un cambio de régimen como alternativa fue realizada por los intelectuales de la época, en base a la larga tradición occidental de dar forma a esas crisis. El régimen pastoral, sustentado en las lecciones y formas de la agricultura, tomó la forma republicana.
Lo que hoy tenemos no es una democracia mal preparada para la crisis ecológica. Es más bien un orden político con una forma de ecología errada, un estilo ecológico fracasado. La democracia considera al planeta sólo a través de la representación electoral de las personas y las decisiones arbitrarias de los representantes electos. Hay en la constitución de las repúblicas una visión de cómo incluir estos problemas Podríamos hablar de ecologías morales, del mismo modo que Edward Thompson hablaba de economías morales. La gestión ingenieril del ambiente tal como se da hoy en la “institucionalidad ambiental” es justamente una ecología moral.
No parece ser que la ecología esté madurando y buscando su incorporación a la democracia republicana actual, a la manera como las cuestiones sociales se incorporaron durante el siglo XIX. La cuestión social fue una cuestión ecológica en su momento, una ecología moral, sólo para humanos occidentales. El estado benefactor tuvo una ecología política, que posibilitó el salto adelante de los años 50, la dura marca del agotamiento de una civilización.
Una incorporación ecológica más allá del voto del voto de los votantes y del arbitrio de los votados, requiere otras formas políticas.
En estos tiempos en que todos dicen ser sustentables, incluidos los depredadores y en que todos están contra las zonas de sacrificio, incluyendo sus administradores, la distinción debe ser realizada entre ecologías morales, pues nadie puede vivir (o casi nadie) de espaldas a las condiciones ambientales o ecológicas de nuestra vida.
Cuando se habla de recursos, de explotación o de eficiencia, no se deja de lado ni olvida que existimos sobre un planeta, cuya physis importa. La diferencia está en las valorizaciones que se dan a esa materialidad. Del reconocimiento de límites (lo biológico tiene un óptimo; no es mientras más mejor), a quiénes se incluye en la consideración de terceros: a la biodiversidad, al agua, al aire. O a un número químico, una concentración aceptable, una medida de resumen. Valores y valores, ordenamiento de lo que importa y aquello que no, en forma de cifras.
El estado desarrollista de la segunda mitad del siglo XX tenía su ecología moral. La impuso. Roturó territorios, arrinconó gente, acorraló pobres. Hoy lo hace del mismo modo. No veo una solución de continuidad entre ese estado desarrollista y el neo liberal de hoy.
De-carbonizar es de-colonizar y viceversa. Salir de la imposibilidad de pensarnos de otro modo. Salir del “no me logro imaginar”.
Buscamos como una aguja en un pajar una hilacha que revele el tejido mal costurado, el paño colectivo mal hilado. Intentamos producir un micronistagmo operando de manera colectiva, que permita ver la diferencia, salir de lo que Benjamín Subercaseux llamaba la mirada acostumbrada, la tiranía de lo evidente.
Lo que buscamos no son brechas entre palabras. Sino paradojas entre cosas.
¿Cómo ordenar nuestro cuadernos de tareas?
A la manera clínica, tratando de identificar los problemas en un orden, resumiéndolos, practicando un reduccionismo que nos permita apostar por las más importantes.
Es verdad que cuando las enumeramos parece ser más de cien. Pero se requiere un ejercicio conceptual que permita decir cuáles son las primordiales y cuáles las secundarias.
El actual movimiento ecologista no logra volverse político, por ahora se mueve en forma dispersa y errante No posee claridad de horizontes. Cada paso es una improvisación.